La razón es útil en los tiempos que corren. Entre muchas cosas cabe destacar que nos trae títulos que a día de hoy se nos reconocen como éxitos. Sin embargo la razón también puede suponer un problema para el uso de la relación cuerpo-mente, para la superación, para llegados el momento, ver la vida de un modo u otro. Crecemos en un entorno donde si las cosas no son razonables, no son posibles. Nos encerramos al uso de la razón, y nos olvidamos de las posibilidades que existen y pueden existir de más.
Crecemos con una educación racional como única salida. Ese es el motivo por el cual no podemos CREER sin pasar antes por el gran filtro de la razón. Creer como ejercicio de voluntad esta lejos de nuestro alcance para muchos de nosotros, cual ingeniero que no tiene una polea para construir un puente y se ve incapaz de cruzar un lago, sin darse cuenta de que puede simplemente rodearlo.
Es importante aprender a cambiar nuestras creencias en muchos y determinados casos pero la razón, tal y como nos la enseñan, nos pone en duda muchas cosas, y con ello, nos limita.
Creer nos permite poner en marcha nuestra relación cuerpo-mente. Basados en que todo lo que pensamos tiene un impacto sobre nuestro cuerpo y que nuestra mente no distingue entre lo real y lo imaginario, las creencias son muy importantes para llegar a efectuar cambios reales en nuestra vida, tanto físicos como psíquicos. Si nos encerramos en no CREER, nuestro cuerpo no pondrá en marcha sus mecanismos para el cambio y no obtendremos ningún resultado. Por eso es importante aprender a CREER. A dejarse llevar. Cosa que en nuestros tiempos es bastante difícil.
Seamos realistas y abstengámonos de los límites, límites que crea nuestra razón con su duda inseparable. Aún cuando nuestra razón nos diga que no es posible, busquemos motivos para cambiar esa creencia. Será entonces, cuando firmemente creamos, cuando nuestro cuerpo y nuestra mente se pondrán en marcha para que eso suceda.
El efecto placebo es el mejor ejemplo del resultado de una creencia firmemente instalada. Donde no debería haber resultado, lo hay. Por una simple creencia. Por creer que eso funciona. Por darlo por hecho, significando la abstinencia de la duda. Aquí no hablamos de condicionales, “debería funcionar…” pues si así lo hacemos estamos instalando la duda, y la duda no lleva consigo resultados. Igual ocurre con la esperanza, pues la esperanza no es más que un deseo llevado a la duda. Y ese no es un pensamiento firme.
Partiendo de esto, hay cuatro actitudes mentales: Una primera actitud mental que se define como pensamiento: “Me gusta esto, sé que va a funcionar”. Una segunda: “No lo sé, creo que no es adecuado para mí.” Una tercera: Neutral. “No me importa si lo obtengo o no.” Y una cuarta y última: “Me gusta esto, espero que funcione.” De las cuatro actitudes, solo una es la que nos lleva al éxito, la primera. Las otras rechazan la firmeza para obtener el “cambio”. Por eso es importante que creamos con firmeza, que sepamos con certeza, y que aprendamos a hacerlo, para obtener aquello que deseamos. De ahí que cuando queramos algo, debamos pensar en ello dándolo por hecho. Debemos imaginarlo y desearlo como si ya lo tuviéramos. Activando los mecanismos para que podamos hacerlo realidad, sin ninguna duda de por medio. Como cuando nos tomamos un Paracetamol para bajar la fiebre, convencidos de que ello surgirá efecto y sabemos que así es. Como cuando los cientos de adeptos a la homeopatía disfrutan de sus resultados, aún sin principio activo en los componentes de ésta.
"Tanto si crees que puedes como si no, tienes razón". Henry Ford
La pregunta es: Como puedo creer en algo en lo que no creo? Como puedo llegar a creer en algo que pongo en duda constantemente a pesar de que sé que solo funcionará si creo en ello? Necesito de algún modo encontrar la manera de convencerme. Y ese, amigos, ese es el gran “como” de nuestra sociedad. Como llevar a alguien a creer algo y convencerlo con firmeza de ello.
En el cambio de creencias y en el control de éstas está la llave, la llave de nuestro futuro.
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