miércoles, 31 de enero de 2024

La "grandeza" del minimalismo gastronómico.

De la cocina al paladar. Del producto a la esencia.

Reducir es ganar y en este aspecto nunca será mejor dicho. La cocina minimalista se caracteriza ante todo por la reducción de los elementos a su esencia, dejando a la vista platos que nos hacen dudar entre foto de catálogo o manjar del paraíso. Y todo cobra sentido cuando entendemos que no es poco ni mucho, cuando poco es "en su esencia", y que con un sabor concentrado y explosivo, se adentra en nuestra boca algo más que una comida. Son sensaciones, son emociones. Poco se convierte en más y nunca en exceso. Nos irrumpe la sensación de deseo y con eso juegan a atraparnos. De igual manera que en el sexo, nos genera placer y nos sacia, pero siempre queremos repetir. El minimalismo gastronómico nos deja probar toques de magia, uno tras otro, generando algo parecido a un desfile de moda con variedad y dejando una mágica sensación de anhelo vehemente.

Cuando comemos algo en poca cantidad pero con toda su esencia, sentimos el placer absoluto que junto con la falta de exceso intrínseca causa que las ganas de más no desaparezcan. ¿Imaginas comerte un plato gigante de tu comida favorita hasta sentirte hinchado y lleno? No es la mejor sensación al fin y al cabo. Dejar el placer en la boca con poca cantidad genera una sensación de bienestar,  pero a la vez de querer repetir en un futuro. Es el equilibrio que forma el consumo de algo cuando se encuentra en su justa medida. Ya que poco pero en su esencia adquiere una calidad de armonía y consonancia.

Quisiera repetir porque estaba delicioso, pero estoy saciado porque era justo y maravilloso.


Buen provecho.